Escucha los lamentos de los dolientes y desfallece. ¿No es ese el amargo sabor que deja el luto en las mañanas? Es la pérdida y el temor.
¿Qué es esto? No son solo los sollozos, no son solo los semblantes perdidos en reflexión silenciosa. Escúchalos. Siente. Estás ante la presencia de un muerto. Es extraño, incómodo. Aquel ser que ahí en una caja yace, inmovil, tuvo conciencia de su existencia. Tuvo en sus ojos aquella luz que denota el entendimiento, el conocimiento y la razón.
Así como llegó se fué. Nació por un mero accidente, un suceso que solo el azar pudo haber previsto. Vivió la vida que hubo de vivir, y un día cualquiera todo lo que fué, lo que pensó, lo que amó...todo acabó.
¿Cómo entender? No es posible. Es imposible evitar temer, evitar sentir la sombría oscuridad apoderarse de nuestros sueños. ¿Qué es, sino, la conciencia? Es un sueño. Un sueño perdido en el infinito. Al ver que el demacrado rostro de aquel que fué humano no es ahora sino un frío cuerpo al que una ultima bocanada de aire le ha sido negada, nos damos cuenta que somos iguales. Tarde o temprano nuestra conciencia se marchará y nuestros frios cuerpos tedrán su propia caja donde serán exhibidos por última vez antes de perderse de la conciencia colectiva.
Y ahí se encuentran todos en el servicio. Los llantos son desgarradores, pero la expresión del difunto es inquebrantable. ¿Qué es esto? No se puede uno sacar esa pregunta de la cabeza. "Por favor, que sea un sueño", dices. "Ojalá despierte en mi cama temblando para darme cuenta que la cálida luz que se filtra por las ventanas lográ apaciguar estas sensaciones. Permitendo que renazca el calor en mi corazón." ¡Despiertate!, no importa el dia, ni la edad que tendrás al despertar o la situación en la que estés. Despierta, por favor despierta. Pero la realidad golpea. No es un sueño.
Mira sus rostros llenos de confianza, mira a aquellos que no son capaces de sentir ese frío que oprime el interior. Pobres, ¡viven de mentiras! Mirense riendo y amando, mirense descansando despues de otro día en el que solo importan ustedes. No tienen derecho a estar aquí. No tienen asunto conmigo.
Es imposible resistir tanto dolor, simplemente imposible. ¡Mírate! ¡Rogando a los elementos lo imposible! ¡Pidiendo a la madre tierra que no sea verdad! Es la hora en que han cesado momentaneamente los sollozos. Ese silencio que solo es interrumpido por la enérgica voz del clérigo pidiendo por la conciencia perdida y a la vez pasando la cuenta por cada palabra. Y, finalmente...todo cesa.
Ha acabado todo. Todos se van a lidiar con su dolor en la intimidad de sus almohadas, a mojarlas con lágrimas y gritos ahogados. En un par de semanas la mayoria habrá olvidado, en un par de años todos. Lo único que te inquieta es aquel momento...si, ese momento en el cementerio cuando hubiste de revisar la placa. Al acercarte a ella, al leer la dedicatoria, al leer cuanto amor había sido enterrado en ese lugar, no pudiste sino fijar la vista en ese nombre que tanto significó para ti. Por un instante, un minúsculo instante, al querer leer en voz alta el nombre del que yacía en esa tumba, no pudiste evitar notar que...era tu nombre.
Todo quedó en silencio.
jueves, 1 de febrero de 2007
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