Xipe Totec era nuestro dios de las siembras y èstas se efectuaban durante nuestro mes de Tlacaxipe Ualiztli, que más fácilmente se puede traducir por El Desollador Benévolo. Era la estación en que los tocones y hierbas muertas de la cosecha del año anterior se quemaban, o se arrancaban o se escarbaban, así la tierra quedaba limpia y lista para recibir las nuevas siembras. La muerte abriendo paso a la vida, como pueden ver, incluso como lo hacen los cristianos, cuando en cada época de siembra Jésus muere y resucita. Su Ilustrísima no tiene necesidad de protestar, la similitud ímpia no va más allá.
Me abstendré de describir todos los preliminares públicos y los acompañamientos: las flores, la musica, la danza, el colorido, las costumbres y procesiones y el retumbar del tambor rompe corazones. Seré tan piadosamente como pueda.
Sepan entonces, que un joven o una joven eran seleccionados de antemano para actuar en el honoroso papel de Xipe Totec, que quiere decir El Desollador Amado. El sexo del que desempeñaba ese papel era importante, lo era mas el hecho de que, ya se él o elle, fueran vírgenes. Por lo general, era un extranjero noble, capturado en alguna guerra cuando todavía era un muchacho y al que se le guardaba especialmente para representar al dios, cuando creciera. Jamás era un esclavo comprado para ese propósito, ya que Xipe Totec merecía y demandaba una persona joven que siempre fuera de las más elevada clase social.
Algunos días antes de la ceromonia, el joven era hospedado en el templo de Xipe Totec y tratando con mucha bondad y se le permitía cualquier goce, prodigándole todo el placer, ya fuese en comida, en bebida y en diversión. Una vez que la virginadad de la joven era comprobada, podía perderla inmediatamente. A él o a ella, se le estaba permitido todo licencia sexual, y no sólo se le animada a ello, sino que aun se le forzaba cuando era necesario, pues eso era una parte vital en el papel que jugaba el dios de la fertilidad de la primavera. Si el "xochimique" era un joven, podía nombrar a todas las mujeres o muchachas de la comunidad que él deseara, fueran solteras o no. Suponiendo que esas mujeres consintieran, como muchas aún siendo casadas hacían, se las llevaban a él. Si el "xochimique" era una muchacha, podía nombrar, citar y acostarse con todos los hombres que quisiera.
Sin embargo, algunas veces el joven seleccionado para ese honor, sentía aversión sobre ese aspecto. Si era una joven y si trataba de declinar la oportunidad de revolcarse, entonces era desflorada a la fuerza por uno de los altos sacerdotes de Xipe Totec. En el caso de un joven muy casto, era atado y sobre él se ponía a horcajadas una mujer de las que atendían el templo. Si una vez que era introducido al placer, la joven persona seguía siendo recalcitrante, tenía que sufrir repetidas violaciones, ya sea por parte de las mujeres o de los sacerdotes del templo, o cuando ellos ya estaban hartos, cualquier gente común podía hacerlo si lo deseaba, y siempre había muchos de ésos: el devoto quien como un esclavo copulaba con el dios o la diosa, el que era un simple sinvergüenza, el curioso, las mujeres estériles o los hombres impotentes quienes tenían las esperanzas de quedar, unas embarazadas y los otros rejuvenecidos, por la deidad. Sí, su Ilustrísima, todo eso tenía lugar dentro del templo e incluía todo exceso sexual, que la fantasía de Su Ilustrísima pueda vislumbrar, a excepcion hecha de la copulación de un dios con un hombre, o una diosa con una mujer, pues esos actos van en contra de la fertilidad, y hubieran sido repugnantes a Xipe Totec.
El día de la ceremonia, despues de que la multitud allí reunida se había divertido con las muchas representaciones de enanos, malabaristas, tocotine y demás, Xipe Totec hacia su aparición publica. El o ella iba vestido como el dios, en un traje que combinaba las viejas mazorcas de maíz desgranandose y la cosecha verde, nueva y brillante, con un gran penacho de plumas de bellos colores, con un manto flotante y sandalias doradas. Al joven se le llevaba varias veces alrededor de El Corazón del Único Mundo, en una elegante silla de manos, con mucha pompa y música ensordecedora, mientras dejaría caer semillas o granos de maíz sobre la multitud alegre y cantadora. Luego la procesión llegaría a la pirámide baja de Xipe Totec, en una esquina de la plaza, y cesaría todo ruido producido por los tambores, por la música y los cantantes, y la multitud se apaciguaría, mientras quien personifíca al dios era puesto a los pies de la escalera del templo.
Dos de los sacerdotes le ayudarían a desvertirse, quitándose pieza por pieza, hasta que estuviera completamente desnuedo ante los ojos de todos los que estaban en la plaza, algunos de los cuales habían conocido en privado cada parte de su cuerpo. Los sacerdotes le darían un haz de flautitas de caña y volviendo la espalda a la multitud, con un sacerdote de cada lado, subiría despacio hasta donde se encontraba el altar de piedra, dentro del templo. tocaba unos trinos con cada flauta en cada uno de los veinte escalones ascendentes y luego rompía esa flauta entre sus manos. En el ultimo escalón, tocaba la ultima flauta, quizás más triste y más prolongadamente, pero los sacerdotes de escolta no permitirían ninguna pérdida de tiempo y ellos mismos romperían la flauta, si trataba de prolongar la canción indebidamente. Se requería que la vida de Xipe Totec terminára cuando los trinos de la última flauta se apagaran.
Luego, los otros sacerdotes que esperaban en lo alto de la pirámide, lo llevarían y lo acomodarían sobre la piedra, y dos sacerdotes dejarían caer con fuerza sus cuchillos de obsidiana. Mientras uno abría el pecho y sacaba el corazón todavía palpitante, el otro cortaba de un tajo la cabeza cuyos ojos pestañaban todavía y cuya boca murmuraba. En ninguna otra de nuestras ceremonias, la víctima sacrificada era decapitada y aun en los ritos de Xipe Totec, esto no tenía ningún significado religioso, ya que el “xochimique” era decapitado sólo por una razón práctica: es más facil quitar la piel a una persona muerta cuando la cabeza y el cuerpo están separados.
se le desollaba a la vista de toda la multutud, siendo los sacerdotes muy diestros en eso, luego los dos pedazos del cuerpo eran arrastrados rápidamente dentro del templo. La piel de la cabeza era cortada desde atrás, de la nuca a la coronilla; el cuero cabelludo y la piel de la cara se desprendían de la calavera y los párpados eran cortados. Al cuerpo también se le hacía una incisión por detrás, desde el ano hasta el cuello, pero quitaban la piel tan cuidadosamente que los brazos y piernas no quedaban desgarrados, sino como tubos vacíos. Si el “xochimique” habia sido mujer, la carne suave que rellenaban sus pechos y nalgas, se dejaba allí intacta para preservar su forma. Si había sido un joven, su tepuli (péne) y ololtin se dejaban allí colgando.
Siempre había un sacerdote pequeño de estatuta entre los de Xipe Totec, y éste se quitaba con rapidez sus vestiduras y desnudo, se ponía las dos piezas como traje. Como todavía la piel del cuerpo estaba húmeda y resbaladiza, no tenía ninguna dificultad de deslizar sus piernas y brazos por los tubos correspondientes. Los pies del muerto se cortaban, para que no interfirieran en la danza del sacerdote, pero las manos se dejaban colgando para que golpearan a un lado de las del sacerdote. Por supuesto que la piel del torso estaba abierta por detrás, pero había sido perforada con espinas y se ataba por medio de cordones, fuertemente al cuerpo. Después, el sacerdote se ponía el cabello y la piel de la cara del muerto, de tal manera que pudiera ver a través de los agujeros y cantar a travéz de los labios despegados y eso también se amarraba por detrás. Se lavaba cualquier rastro de sangre, para que no se viera en el traje.
Todo eso lo hacían en muy poco tiempo, en menos tiempo del que me toma a mí narrarlo, Su Ilustrísima. Parecía a los espectadores que Xipe Totec apenas acababa de morir en la piedra del altar, cuando nuevamente reaparecía en la puerta del templo. Aparecía encorvado, pretendiendo ser un viejo y usando los únicos huesos que se utilizaban en la ceremonia, del cuerpo del xochimiqui. Mientras los tambores rugían para darle bienvenida, El Desollador Amado se iba estirando lentamente, como lo haría un viejo que se volviera joven otra vez. Danzaba bajando la escalera de la pirámide y luego saltaba como un maniático por toda la plaza, blandiendo los huesos limpios de los muslos y usándolos para dar un golpecito de bendición, a todos aquellos que estuvieran lo suficientemente cerca.
Antes de la ceremonia, el pequeño sacerdote siempre se emborrachaba y comía mucho de los hongos llamados la carne de los dioses, para entrar en delirio. Tenía que hacerlo, pues a él le correspondían la parte más ardua. Tenía que bailar frenéticamente y sin cesar, excepto en los periódos en que caía inconsciente, por cinco días y sus noches. Por supuesto que su danza iba perdiendo lentamente los movimientos salvajes con los que iniciaba, conforme la piel se iba secando y apretándole. Hacia el final de los cinco días, la piel estaba encogida y crujiente, como constreñida, y el sol y el aire la habían tornado de un colo amarillo enfermizo, razón por la cuar era llamada la Vestidura de Oro, y olía tan horriblemente que nadie de la plaza se podía aproximar lo suficiente para que Xipe Totec le bendeciera con golpecito de su hueso...